Nos ponemos sentados en una silla, orientada hacia el oeste, con los pies tocando el suelo, espalda erguida, recta, pero cómoda. Empezamos haciendo unas respiraciones… inhalamos el presente, exhalamos el pasado… inhalamos tranquilidad, exhalamos problemas y preocupaciones, los dejamos ir… inhalamos amor, exhalamos miedo, rabia…
Invocamos al Arcángel San Gabriel, El Mensajero de Dios, la Fuerza de Dios y le pedimos que nos envuelva con su manto blanco, y le pedimos que nos de la Paz que necesitamos, la claridad mental, la Fuerza espiritual, la Sabiduría Divina, para que nos dirija en el camino correcto y adecuado para tomar nuestras decisiones, las correctas para nuestra Alma, en todos los aspectos de nuestra vida.
Notar la energía Arcangélica que nos está envolviendo, como si de un gran abrazo se tratara, nos está liberando de nuestras dudas, flaquezas, miedos, inseguridades.
Preguntarle al Arcángel San Gabriel sobre un tema en concreto que os preocupe, preguntarle qué os guie, que os de una respuesta…no olvidemos que es el Mensajero de Dios, abramos nuestro corazón esperando la respuesta…puede ser un sentimiento, una emoción, un símbolo, una flor, un libro…
Vivir el momento, disfrutar este enorme abrazo, esa sensación de sentir “No estoy solo” y esperando con la mente callada, el momento de su mensaje.
Le agradecemos al Arcángel Gabriel la limpieza recibida, el abrazo y la respuesta a nuestro tema o pregunta. Gracias, gracias por venir, gracias por escucharme, gracias por la respuesta adecuada y correcta recibida, en plena Fe, gracias. Así es.
Si no sabes el mensaje o respuesta recibida, no te preocupes, Tu Alma Si.
Poco a poco vamos abriendo los ojos, diciendo si a la vida, me permito vivir y ser feliz.
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